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 A principios de los ’80 la Dictadura Cívico-Militar -esa que durante años llamamos erróneamente “El Proceso”, dando crédito a su autodenominación- había logrado sus principales objetivos: derrotar a los grupos armados, principalmente ERP y Montoneros, a la vez que establecía una economía de corte liberal conducida por el inefable José Alfredo Martínez de Hoz[1].

 

 Aunque la dinámica histórica permite identificar siempre transiciones, o como está de moda decir, “rupturas y continuidades”, la década del ’80 tiene la particularidad de que esa transición tiene como fundamento la soberanía popular, es decir, el paso de un régimen de facto a uno democrático.

 

 En esta etapa hubo tres intendentes que operaron como símbolos. Dos de la Dictadura: el Capitán de Navío Augusto Félix Cristiani y el abogado demoprogresista Alberto Natale. Y uno de la democracia: el abogado radical Horacio Usandizaga. Entre los tres concretaron obras de infraestructura que modificarían la conformación urbana, influyendo hasta el día de hoy. Enumeramos las más importantes: Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (exigencia de la FIFA para habilitar la subsede del Mundial ’78), Centro Cultural Bernardino Rivadavia (ahora Roberto Fontanarrosa), Costanera Norte (entre Bajada Gallo y Parque Alem), Planetario del Parque Urquiza y, ya en democracia, Patio de la Madera y Avenida de la Travesía.

 

 Terminado el trabajo sucio (literalmente), la Dictadura comenzaba a dar señales de diálogo, lo que se tradujo en el reemplazo programado de Jorge Rafael Videla por Roberto Eduardo Viola. Vinieron entonces el levantamiento de la “veda política”, la convocatoria al diálogo político a los “interlocutores válidos” -que la Dictadura bendecía- y la formación de la Multipartidaria.

 

El miedo instaurado había hecho abandonar la idea de la concentración en espacios abiertos, salvo que estuvieran convocadas por las Fuerzas Armadas o la Iglesia Católica. La única excepción la constituía el fútbol, hábilmente utilizado por la Dictadura para instaurar una idea de patrioterismo. Con la obtención del Mundial ’78, se alcanzó el objetivo, y Rosario fue protagonista en un momento clave[2].

 

 La CGT estaba dividida entre Azopardo (colaboracionistas, bajo la conducción de Jorge Triaca) y Brasil (combativos, liderados por Saúl Ubaldini). Este último, del gremio Cerveceros, organizó la marcha del 30 de marzo de 1982 contra la Dictadura, bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”. Durante seis horas los trabajadores se enfrentaron con la Policía, hubo un corte del puente Pueyrredón y más de 1800 detenidos. La CGT combativa tuvo su reflejo en Rosario, donde el dirigente Hugo Ortolan[3], del gremio Panaderos (CGT calle Italia), encabezó la marcha local, al grito de “Se va a acabar, la dictadura militar”.

 

   

La Guerra de Malvinas, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, acercó a los militares a los partidos y al grueso de la población. La guerra fue marcadamente popular. El intendente Alberto Natale, dirigente del Partido Demócrata Progresista, y el general Alberto Trimarco, comandante de II Cuerpo de Ejército, izaron la bandera en el Monumento Nacional, saludando a gran cantidad de público. Con la derrota, apenas setenta días después, la suerte de la Dictadura estaba echada y se aceleraron los tiempos de la retirada. Ocho meses después, en febrero de 1983, Natale renunció para participar de las elecciones democráticas.

 

Tras la derrota de Malvinas, la ciudad -como el país todo- comienza a experimentar una leve forma de rebelión, aparecen los Centros de Estudiantes y las pintadas clandestinas en los colegios (como la recordada “Más Educación, Menos Represión” en el  tercer piso del Instituto Politécnico).

 

 La prohibición de la música en inglés durante la Guerra de Malvinas había permitido que  los artistas miembros de la luego llamada “Trova Rosarina” sonaran en las radios locales y comenzaran a tener un público masivo. Allí estaban, entre otros, Fito Páez, Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Adrián Abonizio, Jorge Fandermole, Rubén Goldín y Lalo de los Santos. Este último compuso el famoso “Tema de Rosario”. También gozó de gran popularidad “La leyenda de Rosario”, que cantaba Enrique Llopis. Ambos temas en línea con una corriente cultural que comenzaba a intentar una definición del “ser rosarino”. Para Risario, como está dicho, un chiste del destino.

 

 1983 fue un año pleno de actividad política: los partidos afiliaron en el país más de cuatro millones de ciudadanos (principalmente el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical), se abrieron locales partidarios y se organizaron marchas y actos por la campaña electoral.

 

La huelga de hambre de los estudiantes universitarios y la toma del Rectorado para exigir la renuncia de Humberto Riccomi (con apoyo de la CGT calle Italia), marcó otro hito de la etapa predemocrática.

 

Silenciosamente, el primer Centro de ex Combatientes de Malvinas se fue gestando en un espacio prestado de calle Rioja 1250. Allí se reunían los sábados a la tarde, liderados por Marcelo Calitri e Ignacio González, en el local de la Revista Línea[4]. Recién en 1991 lograrían tener una casa propia, que conservan actualmente en calle Ayacucho 1477.

 

 

 Cuando la Dictadura terminaba, un hecho de sangre oscureció aún más la historia local: el 14 de Mayo, en el bar Mágnum de Córdoba y Ovidio Lagos, fueron secuestrados por fuerzas parapoliciales Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereyra Rossi, militantes de las organizaciones Peronismo para la Liberación y Montoneros. Tres días después, la Policía de la Provincia de Buenos Aires informó que habían sido “abatidos en un enfrentamiento” en el Tigre. Los peritajes demostraron golpes y torturas con picana eléctrica y por el hecho fue procesado y absuelto (en 2005) el comisario Luis Abelardo Patti. El fallo fue apelado.

 

Raúl Alfonsín ganó la presidencia de la Nación y José María Vernet la gobernación de Santa Fe. Las elecciones municipales fueron ganadas, sorpresivamente, por el abogado radical Horacio Usandizaga, quien se impuso al candidato del justicialismo. Nueve de cada diez rosarinos votaron por uno de los dos partidos mayoritarios. Era la segunda vez que Rosario elegía intendente en forma directa, tras décadas en que era designado por el gobernador de la Provincia.

 

 El gobierno municipal designó como subsecretario de Cultura a Rafael “El Negro” Ielpi. Los primeros tiempos democráticos fueron para la actividad cultural una etapa de recuperación del espacio público. La obra poético-musical “La Forestal”, sobre textos del propio Ielpi, y con la actuación de Emilio Lenski y Enrique Llopis, se representó con gran éxito de público y en 1984 la discográfica CBS la editó en disco.

 

Con la constitución de la CONADEP, en 1984, los organismos de Derechos Humanos lograron llegar a la consideración de gran parte de la población y en la Justicia rosarina comenzaron a acumularse pruebas de la represión ilegal. En un hecho histórico y fundamental, más allá de lo simbólico, se produce el robo de 150 expedientes de los Tribunales Provinciales de Rosario, el 8 de octubre de 1985. El presidente Alfonsín pasó a retiro al general Víctor Pino, comandante del II Cuerpo de Ejército, quien se despidió con un discurso en el que reivindicó la represión ilegal. Esto vino a demostrar que la joven democracia debía enfrentar todavía muchos obstáculos para ser plena.

 

 La ciudad de los ’80, que venía del televisor en blanco y negro, de los primeros VHS y de la Liga de la Decencia, comenzó a experimentar con la democracia un nuevo clima cultural, con el estreno de películas sobre el pasado reciente, como La noche de los lápices e internacionales prohibidas que “ofendían la moral”, como Yo te saludo María. Vendrían después otras batallas culturales, como la ley de divorcio vincular. Todo cambiaba, pero no tanto.

 

El sábado 11 de abril de 1987, el Papa Juan Pablo II hizo una visita pastoral a Rosario en el marco del diferendo con Chile y celebró misa en el Monumento Nacional a la Bandera. Llovía sobre la ciudad y sobre el destino de Risario.

 

 La Simbología reconoce tres significados principales para el agua: la vida (el agua que fecunda los campos), la resurrección o renovación (el agua de bautismo) y la destrucción (el diluvio). A Risario le tocó la más adversa, y con la llegada del Papa Wojtila, y el affaire del Papamóvil y la Cristocleta, su existencia se diluyó, para escurrirse al fin por las alcantarillas de la historia.

 A poca distancia estaban los días aciagos de la rebelión militar de Semana Santa y Monte Caseros, la hiperinflación de 1988-89 y los saqueos que terminaron con el gobierno de Raúl Alfonsín. Al momento de escribir esta crónica (en diciembre de 2013), la rebelión policial en 20 provincias argentinas tiene aquel regusto autoritario que todos quisiéramos olvidar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

[1] Este ministro, descendiente de fundadores de la Sociedad Rural Argentina y colaboradores de los ingreses durante la ocupación británica de Buenos Aires en 1807, se había formado en la Universidad de Cambridge. Fue funcionario de la “Revolución Libertadora” en Salta, su provincia natal, y en 1976 era titular de la firma Acíndar, donde las prácticas represivas se aplicaron antes de la instauración de la Dictadura.

 

 

[2] Con el tiempo, se conoció la visita de Jorge Rafael Videla al vestuario de la selección de Perú, en el entretiempo del partido que Argentina ganó 6 a 0, el 21 de junio de 1978. El arquero peruano era un argentino, Ramón “Chupete” Quiroga, ex Rosario Central. Más adelante, con Viola en el gobierno, no era raro escuchar cantos tribuneros con la melodía de la Marcha Peronista, y también un recordado “cantito” “Con Perón, comíamos jamón, con Videla comíamos mortadela, y con Viola, nos chupamos las bolas…”

 

[3] En la militancia, todavía clandestina, un grupo de jóvenes visitaron el Sindicato de Panaderos de calle Entre Ríos. Allí, Hugo Ortolan, un hombre bajito con cara de boxeador y gestos de “padrino”, les dio un consejo: “Si caen presos, y tienen un milico amigo, esperen y no digan nada. Si es amigo los va a sacar, pero si no, les va a pegar más fuerte que los otros, para demostrar que no es cierto”

 

[4] Esta publicación respondía a la organización política de Justicialismo con el mismo nombre, dirigida por el historiador revisionista José María Rosa y el abogado rosarino Rubén Contesti. Apareció en Julio de 1981 y fue clausurada varias veces por el gobierno militar. Su director debió cruzar varias veces al Uruguay para no terminar en la cárcel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sale Dictadura, entra Democracia: La Rosario de Risario

Texto: Alejandro Hugolini

Alberto Natale

 

Horacio Usandizaga

 

 Augusto Cristiani

Disco en vinilo "La Forestal"

Acto de la CGT Brasil, 30/03/82

La trova Rosarina

 

Guerra de Malvinas

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