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“Me parece que Risario fue un medio periodístico alternativo y a la vez una escuela de periodismo, que dio cuenta de lo que pasaba en ese momento, que tenía que ver con el fin de la censura, con el `destape', con el humor negro”. Desde su oficina en la redacción de Rosario/12, medio que desde su aparición en 1989 lo tiene como jefe de redacción, Horacio “Nene” Vargas recuerda con gratitud a Risario, el medio al que desembarcó, curiosamente, desde la imagen. “Yo trabajaba en un estudio de fotografía publicitaria que era la única empresa de Rosario que tenía una fotolitera, una máquina inmensa en la cual se copiaban los originales de fotografía, dibujos y avisos publicitarios en un fotolito que después se montaba en la página para armarla”, recuerda Vargas, otro de los que en Risario se nutrieron de los fundamentos que más tarde trasladarían a sus futuras experiencias profesionales.

 Luego de ese ingreso como miembro del staff fotográfico, Vargas comenzaría a colaborar en la sección Espectáculos, en un momento clave para una escena cultural rosarina en ebullición. Una escena a la que Risario le dio cabida, a pesar de los arrebatos de la Liga de la Decencia. “Fue una de las cosas más nefastas que tuvo la ciudad, que también tuvo que ver con el perfil de ciudad puritana –analiza Vargas--. De alguna manera, Risario surge como una reacción ante éso. La Liga de la Decencia se encargaba de hacer desaparecer  la revista de los kioskos, pero de una manera que también era beneficiosa: ¡compraban todos los números!”.

 Firme en esas batallas, para Vargas Risario aportó pluralidad a un mercado informativo hegemonizado por el acartonado diario La Capital y por la figura de Evaristo Monti. Como contrapartida, Risario le dio cabida a nuevos talentos, permitiéndoles poner la mirada en los márgenes. “Visto a la distancia, creo que Risario fue una gran escuela de periodismo en la ciudad. Aparecía como una alternativa periodística muy importante. Además de los fundadores, otros dibujantes que hoy son de renombre empezaron ahí. Risario fue la que descubrió a Max Cachimba, al Niño Rodríguez, a muchos periodistas jóvenes que hicieron sus primeras armas ahí. A la distancia se puede percibir todo lo bueno que fue la revista. Una revista marginal, en términos de que no era de gran consumo, pero que tenía una tirada de 4 mil, 5 mil ejemplares, que tuvo una cierta periodicidad, y que le dio cabida a un montón de gente creativa, talentosa, que hizo sus primeras armas y después con el paso del tiempo se consolidaron como dibujantes, como periodistas. Creo que éso es lo más digno de destacar de la revista”, concluye Horacio Vargas, el nene de los fotolitos.

 

Texto: Edgardo Pérez Castillo

Entrevista: Edgardo Pérez Castillo y Nicolás Waiserman

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